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“QUIENES ESTAMOS CONSCIENTES DE LA GRAN OBRA DEL GOBIERNO MILITAR,
ANULAREMOS NUESTROS VOTOS EN LAS FUTURAS ELECCIONES (DE CONCEJALES),
EN DEMANDA DE LA LIBERTAD DE LOS SALVADORES DE CHILE ENCARCELADOS,
Y POR EL FIN DEL PREVARICADOR ACOSO JUDICIAL EXISTENTE EN CONTRA DE ELLOS”

domingo, 1 de febrero de 2009

Viaje al fondo de la biblioteca de Don Augusto Pinochet Ugarte.



Entre los 55 mil libros que el general Pinochet atesoró y adquirió se encuentra parte de la biblioteca privada de José Manuel Balmaceda, una carta original de Bernardo O’Higgins y una particular edición sobre Manuel Rodríguez con timbre de la biblioteca del Instituto Nacional. CIPER se introdujo en los pasillos y testimonios de una faceta fascinante y jamás contada del ex presidente. Los peritos determinaron el valor monetario y patrimonial de la biblioteca en  : US$ 2.840.000.


La mañana del martes 17 de enero de 2006, una camioneta tipo Van ingresó al fundo Los Boldos de Santo Domingo, en la costa central. Sus siete ocupantes -un chofer, un funcionario de Investigaciones y dos peritos bibliográficos acompañados por tres ayudantes- no tuvieron inconvenientes para ingresar a la propiedad de descanso de don  Augusto Pinochet Ugarte. Traían una orden de investigar, que emanaba de un juzgado respectivo, estaba ahí  para determinar el valor y origen de los volúmenes existentes en las bibliotecas que el general había construido en sus residencias.

Si bien ya se habían identificado en la guardia de entrada, al llegar a la bifurcación de avenida Don Augusto con paseo Doña Lucía, donde está la casa de los escoltas, la comitiva tuvo que repetir el procedimiento anterior. Mostraron sus identificaciones y la orden del juez. Como todo seguía en regla, continuaron la marcha por avenida Don Augusto y llegaron hasta una de las alas de la casa principal: un amplio espacio de entrada independiente y vista al mar donde el general tenía su biblioteca.

Al entrar, acompañados muy de cerca por cinco guardias,  dos cosas llamaron la atención de los peritos. Una fue la gran cantidad de libros que había en ese amplio espacio, distribuidos en repisas, cajas de cartón y estantes corredizos o full space. Otra que entre  cientos  de libros empolvados se hacían un lugar entre adornos, recuerdos, chocolates y objetos personales -como colonias, perfumes, desodorantes, toallas desechables, relojes, fotos, dagas, abrecartas y tarjetas de saludo, visita y Navidad, además de camisas, corbatas y calcetines nuevos, algunos aún con su papel de regalo a medio abrir- que su propietario dejó alguna vez ahí y muy probablemente después olvidó.

Eran cerca de las diez de la mañana cuando los cinco peritos bibliográficos, encabezados por Berta Inés Concha Henríquez y Hernán Gonzalo Catalán Bertoni, dieron inicio a la primera de varias jornadas de trabajo que se extendieron a las residencias de La Dehesa y El Melocotón, además de las bibliotecas de la Academia de Guerra del Ejército y de la Escuela Militar, a las que el general donó cuantiosas piezas poco antes de abandonar la comandancia en Jefe. Había mucho trabajo por delante.
De acuerdo con el resultado de ese informe pericial, que quedó adjuntado entre fojas 71894 y 71912 y que hasta ahora ha permanecido inédito, el equipo de expertos bibliográficos trabajó 194 horas en terreno y otras 200 dedicadas a pesquisas e investigaciones tendientes a determinar el valor monetario y patrimonial de los volúmenes y su mobiliario. El estudio persiguió cuantificar los montos que el general invirtió en este rubro, a partir de la sospecha de que en la compra de muchos de ellos se hubiesen usado dineros asignados a "gastos reservados  de la comandancia en jefe del Ejército , y de la presidencia de Chile". 

El informe establece que los libros adquiridos por el general Pinochet son cerca de 55 mil, cuyo valor global fue estimado en US$ 2.560.000. A este monto se suman los valores del mobiliario, encuadernación y transporte de publicaciones editadas en el extranjero, todo lo cual fue tasado en US$ 52.000, US$ 75.000 y US$ 153.000, respectivamente. 

Tras dar cuenta de la existencia de piezas únicas, primeras ediciones, antigüedades y rarezas, algunas que ni siquiera se encuentran en la Biblioteca Nacional, el informe concluye que “las bibliotecas objeto del peritaje contienen obras y colecciones de altísimo valor patrimonial”.

Entre las muchas obras antiguas que atesoró Pinochet y que aún conserva su familia, aunque sujetas a embargo judicial, se cuenta una primera edición de la Histórica Relación del Reino de Chile, fechada en 1646; dos ejemplares de La Araucana que datan de 1733 y 1776, respectivamente; un Compendio de Geografía Natural y otro de Historia Civil, impresos en 1788 y 1795; un Ensayo Cronológico para La Historia General de La Florida, de 1722; una Relación del Último Viaje de Magallanes de la Fragata S.M. Santa María de la Cabeza, de 1788; y un libro de viajes a los mares del sur y a las costas de Chile y Perú, publicado en 1788 . (Ver lista de libros)

Entre las piezas de colección se encuentra  una parte de la biblioteca privada de José Manuel Balmaceda, incluida una edición a las honras fúnebres del ex Presidente chileno, en cuyo interior se encuentra una tarjeta de la viuda de éste; una carta original de Bernardo O’Higgins y una particular edición sobre Manuel Rodríguez que lleva el timbre de la biblioteca del Instituto Nacional.

“En términos generales, es una biblioteca cara por los volúmenes, muebles y encuadernaciones. Cara por las piezas únicas, por sus colecciones relevantes y, en algunos casos, por su valor documental”, sostiene Berta Concha, editora y librera.

-Encontramos por ejemplo una biografía de Francisco Franco que Manuel Fraga Iribarne dedicó a Pinochet. También un ejemplar dedicado al mismo por Manuel Contreras. Esos elementos le dan un innegable valor agregado.

En tenida deportiva

Una cosa es segura, don Augusto era dueño de una colección bibliográfica importante en  del país,a la que le tenía un aprecio  muy particular . Ese aprecio quedó de manifiesto la mañana del martes 17 de enero, a poco de iniciarse el primer peritaje en la casa de Los Boldos.

Acompañado por un médico, un asistente y sus escoltas, Pinochet apareció caminando por sus propios medios, ayudado por un bastón. Según recuerdan los peritos, porque esa imagen resulta inolvidable, vestía polera verde de manga corta marca Lacoste, shorts blancos tipo bermudas, zapatos sport claros y calcetines al tono y subidos casi hasta las rodillas. Tras saludar de beso a uno de los asistentes de los peritos jefes, una muchacha joven que permanecía en la entrada, se instaló tras su escritorio principal para observar en silencio a los investigadores.

Berta Concha,sostuvo un  diálogo con el dueño de casa tras los saludos de rigor. Al notar que ella portaba como colgante una lupa de marco artesanal, adorno y a la vez instrumento de trabajo, el general quiso saber detalles.

-Es una lupa mexicana -se explicó Berta.
-¿Mexicana?
-Mexicana. Yo viví en México .
-Yo tengo muchas lupas -dijo el general y procedió a buscar las lupas que había dejado en algún lugar de su biblioteca.
Los peritos siguieron en lo suyo. El general siguió buscando sus lupas sin éxito. Los guardaespaldas lo seguían y el médico abordó a los peritos para pedirles que no prestaran atención a los chocolates que el dueño de casa escondía en medio de los libros.

-Es diabético -confidenció en voz baja.

Al rato Pinochet se olvidó de las lupas y procedió a retirarse acompañado de su médico, su asistente y escoltas. En la despedida el general Pinochet hizo el comentario de que a los Presidentes de la República les suelen regalar muchas cosas, de preferencia libros, y que él lo había sido durante 17 años.

Los peritos continuaron trabajando durante todo el día. Augusto  Pinochet Ugarte no volvería a aparecer esa jornada. Tampoco las siguientes, ni en su casa de Los Boldos ni en La Dehesa, menos en El Melocotón.            En el libro "El Caso Riggs.La Persecución Final a Pinochet", cuyo autor es su nieto Rodrigo García Pinochey, este relata : “la impotencia de ver a pelafustanes entrar y salir de su escritorio, con sus libros entre sus manos, le hicieron caer en cama por algunos días”.

Austéro y cuidadoso

Dos años y medio antes de ser objeto del primer peritaje bibliográfico, Augusto Pinochet apareció sorpresivamente por una antigua galería comercial de calle San Diego, en el centro de Santiago. Sin previo aviso, acompañado de su escolta, llegó a visitar a su más fiel y entrañable librero.

En ese entonces Juan Saadé tenía tantos años como Pinochet, que iba para los 90, y aún estaba al frente de la librería de viejos que había fundado en 1941 con el nombre de La Oportunidad. Decía conocer a su cliente predilecto desde que éste era subteniente y solía comprarle libros de historia y geografía de Chile. 

La afición a los libros fue de siempre.

En su declaración jurada de bienes, realizada el 21 de septiembre de 1973, declaró poseer una biblioteca particular por un valor de 750 mil escudos, correspondientes a poco más de 6 millones de pesos de la actualidad (US$12.000). De esa época se conservan antiguos ejemplares que llevan el timbre del teniente o ayudante mayor Augusto Pinochet Ugarte. También esas primeras ediciones rústicas de Geopolítica (1968) y Campaña de Tarapacá (1972), dos libros de su autoría que tuvieron  repercusión en el mundo militar.

Desde joven fue aficionado a los libros, en particular a los de historia, guerra y geografía. De eso no parece haber dudas. Pero lo que resulta irrebatible, porque las cifras así lo indican , es que a contar de cuando asumio los destinos de la Nación como gobernante del país, su biblioteca personal experimentó un sorprendente y sostenido incremento, producto  de regalos propios del cargo, y de las oportunidades que se presentaron como mandatario.

Luis Rivano es vecino de la librería de Juan Saadé y aún guarda cientos de fotocopias con portadas de libros usados que ofrecía con sostenida regularidad al general Pinochet. En su mayoría son textos de ciencias sociales, muchos de ellos de marxismo y política de las décadas de los ‘60 y ‘70.

Ya de fechas más recientes, interesado en conocer que se escribía durante su régimen, y cuando el general se interesaba por algún título, cosa bastante frecuente, marcaba con un visto bueno la fotocopia de la portada para que Rivano se lo hiciera llegar a través de algún oficial encargado especialmente del tema. De esta forma llegaron a sus manos títulos como Si Yo Fuera Presidente, de Tancredo Pinochet; El Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, de Hernán Vidal; El Gran Culpable, de José Suárez Núñez; El Guerrillero, de Chelén Rojas; Teoría Secreta de la Democracia Invisible, de José Rodríguez Elizondo; y El Mercurio y su Lucha contra el Marxismo, de René Silva Espejo.

El procedimiento fue el mismo con otros libreros de viejos de las Torres de Tajamar, en Providencia. Uno de ellos, que pide guardar reserva de su nombre, recuerda que el general era un comprador voluntarioso,  y de gustos muy definidos. Pedía todo lo que hubiese de Napoleón Bonaparte. Absolutamente todo. Era su gran interés. Casi tanto como Ortega y Gasset.

También los libros de línea, como enciclopedias, diccionarios y atlas. Los libreros de las Torres de Tajamar sabían qué ofrecerle y esperar de él: aunque era un cliente leal, que compraba de manera sistemática, a veces muy rápida si estaban de por medio sus preferidos, solía adjudicarse rebajas unilaterales.

Octavio Rivano , hijo de Luis Rivano, que trabaja en Providencia cuenta una historia de su cliente: En una oportunidad devolví a  La Moneda un cheque por $80.000 que el general había cancelado a cambio de un ejemplar de La Independencia de Chile, editado por Santos Tornero. “Yo sabía que el libro era bueno y que a él le servía, entonces por una cuestión de prestigio de librero insistí en que me pagara un poco más”.

Al poco tiempo Rivano recibió un sobre con el mismo cheque por $80.000 y un adicional en dinero en efectivo. No se habló más del asunto.

Mi primera biblioteca

La última vez que Francisco Javier Cuadra se reunió con Pinochet fue hacia comienzos de 2006. Cuadra le contó que había conocido a la familia de Fernando Vega, un ex ministro de Fujimori que posee la colección más importante de textos antiguos sobre Chile. Pinochet le contó que hace no mucho había muerto Juan Saadé, su librero de toda la vida, y le pidió que le recomendara el suyo. Cuadra y Pinochet, a decir del primero, hablaban este tipo de cosas, incluso cuando ambos ocupaban oficinas en La Moneda y las urgencias eran otras.

El ex vocero de gobierno sostiene que en esa época, mediados de los ‘80, el general permanecía atento al proceso político soviético por medio de libros de actualidad sobre el tema que leía en francés. “Estaba al tanto de las últimas publicaciones sobre marxismo, si salía un libro nuevo, él tenía que tenerlo”. Dice Cuadra que para estas y otras materias modernas, se abastecía a través de editoriales y librerías que solían enviarle catálogos con novedades. Dice también que compraba bastante en librerías especializadas del extranjero.

 En la resolución indagatoria, es decir la investigación que el juez  dictó en octubre último, se lee: “Algunos de los pedidos eran ejecutados por los oficiales del Ejército de Chile que oficiaban como agregados en las misiones de Washington y Madrid o en las diversas agregadurías”.

 Las fuentes de abastecimientos fueron múltiples.

Hubo muchos regalos, por cierto. Algunos de importancia patrimonial, como el Compendio de Historia Civil del Abate Molina que el almirante Merino compró a Luis Rivano con motivo de un cumpleaños del general. Ese ejemplar de 1795 permanece en la casa de La Dehesa, y fue tasado en US$ 1.500. En una categoría similar está el Epistolario de Diego Portales obsequiado por Cuadra.


El general  Pinochet llegó a acumular una cantidad impresionante de libros de todo tipo. Incluido el manuscrito original del Diario Militar de José Miguel Carrera que hace un par de años fue devuelto al Museo Militar. .

El del general  Pinochet fue un proyecto en grande e interesante.

De acuerdo con el informe pericial , “no menos de un 5 por ciento (2.750 ejemplares) han sido especialmente encuadernados en piel”, lo que supone una inversión de $ 41.250.000. Lo que no precisa ese informe es que el trabajo realizado a piezas de todo tipo, desde valiosas colecciones completas de Benjamín Vicuña Mackenna a vulgares ediciones rústicas o simples revistas, fueron realizadas por Abraham Contreras, el más prestigioso encuadernador que ha tenido el país.

Como los grandes coleccionistas, el  gran capitán general también tuvo la ocurrencia de marcar varios de sus ejemplares con un ex libris o sello de propiedad que mandó a fabricar a la Casa de Moneda de Chile. El sello tiene el diseño de una mujer alada que levanta una llama de la libertad al tiempo que sostiene un escudo con las iniciales de Augusto Pinochet Ugarte. La idea surgió casi a la par con el proyecto de ampliación de la biblioteca de El Melocotón, en el Cajón del Maipo,  

Rodrigo García Pinochet:

El nieto del general recuerda que la biblioteca de El Melocotón era “como un lugar sagrado, un verdadero santo santorum” al que se introducía un poco a escondidas de su abuelo cuando lo acompañaba los fines de semana. “Era muy receloso de sus libros, siempre los ordenaba personalmente y llevaba una férrea contabilidad de los mismos”.

Tan cómodo y a sus anchas se sentía el general en El Melocotón, que según su nieto, pensaba pasar ahí sus últimos días.
Todo cambió a partir de esa tarde de domingo 7 de septiembre de 1986, cuando regresaba a Santiago en compañía de su nieto. Tras salvar milagrosamente del alevoso ataque, llevado a efecto por los delincuentes terroristas del FMR, hecho que dejó cinco escoltas muertos, nueve heridos.

La dispersión

En septiembre de 1989, una vez aceptada el veredicto del plebiscito de 1998, que lo alejaba de su cargo como Presidente, fijo su atención  en la comandancia en jefe, Augusto Pinochet Ugarte inauguró la biblioteca de la Academia de Guerra del Ejército que lleva su nombre y reúne cerca de 60 mil títulos, la mitad de los cuales fueron donados por él.
(Consultar títulos de la biblioteca Presidente Augusto Pinochet Ugarte)

Ahí están varios de los textos de ciencias sociales que durante años le vendieron Juan Saadé y Luis Rivano. También varias de las enciclopedias y libros de línea y divulgación que el general adquirió . Hay piezas valiosísimas en términos patrimoniales, algunas como el Ensayo Cronológico para la Historia General de La Florida (1722), de Gabriel Cárdenas, tasado en más de tres mil dólares y que ni siquiera se encuentra en la Biblioteca Nacional.  Hay cosas dignas de atención, como una reproducción del despacho que el general ocupó en La Moneda. Cosas históricas como una firma de Manuel Contreras en el libro de visitas ilustres. Y también una de las más completas colecciones de libros que analizan el régimen militar.

El fondo bibliográfico aportado por Pinochet a la mayor biblioteca del Ejército se calcula en cerca de 29.729 títulos.                                                            Una importante colección relativa a Napoleón Bonaparte, además de once esculturas en miniatura del mismo personaje, permanecen en la bóveda del museo de la Escuela Militar, a la espera de las resoluciones judiciales,

Suman 887 volúmenes y fueron donados en septiembre de 1992 por su entonces comandante en jefe. Hay además, 633 títulos de diferentes temáticas que fueron a parar a la Fundación Pinochet y 37 que se encuentran en la biblioteca central de la Universidad Bernardo O’Higgins.

En el penúltimo caso, que no ha sido objeto de la investigación del juez , varios de los libros recibidos son relativamente recientes, en apariencia sencillos, sin mayor valor agregado. No hay grandes colecciones, rarezas ni antigüedades. Sin embargo, por razones diversas, tuvieron una significación especial para el hombre que los donó pensando en “la juventud chilena”, a poco de su retorno de Londres.

Hay también marcas del lector en El Libro Negro del Comunismo. Crímenes, Terror y Represión, donde se subraya que las víctimas de los regímenes de la órbita soviética “ya se acercan a la cifra de cien millones de muertos”, y una dedicatoria que el autor de Estrategia y Poder Militar, Fernando Milia, capitán de la marina argentina, escribe en noviembre de 1976 “al señor general Augusto Pinochet, reconocido geopolítico ayer y pilar antimarxista hoy, con todo mi respeto intelectual”.

Adapatación y revisión  de Carlos Toledolabarca. 

Fuente 

Cristóbal Peña

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